martes, 21 de abril de 2009

RECENSIÓN:
DE LO ESPIRITUAL EN EL ARTE

Vasili Kandinsky (1866-1944) terminó este manuscrito de De lo espiritual en el arte en 1910.
“De esta época data mi costumbre de anotar pensamientos sueltos. Así escribí De lo espiritual en el arte sin darme cuenta. Las notas se fueron acumulando durante más de diez años (…) Por aquel tiempo me hacía aún la ilusión de que el espectador se enfrentaba al cuadro con el alma abierta y queriendo escuchar un lenguaje congenial. Existen espectadores así (no son una ilusión) pero son raros como los granos de oro en la arena”.

El gran interés suscitado por este libro básico de uno de los pioneros del Arte nuevo se debe, probablemente, a que este Arte ha crecido tanto en calidad como en cantidad.
Como bien indica Kandinsky en su escrito, toda obra de arte es hija de su tiempo. Es por esta razón, quizá, por la que este texto ha cobrado tal relevancia en nuestro tiempo. El pensamiento de Kandinsky representa un “cambio de rumbo espiritual” es decir, un despertar intelectual que da la relevancia adecuada a nuestra alma, para que, dejando atrás el yugo materialista pueda respirar liberada en un medio puramente inmaterial y propio del alma humana, un medio de esencias.
El autor defiende, frente a un arte materialista que pretende la pura imitación sin contenido trascendente, la naturaleza del hombre por entrar en consonancia con su alma. Naturalmente, tal consonancia no se queda en la superficie del materialismo, sino que profundiza y trasciende al mundo de las esencias, el mundo abstracto, que es también el lenguaje en que el alma puede expresar su libertad y su origen “divino” o perfecto.
De esta forma, le dará sentido a la finitud del verdadero artista, visionario y misterioso, que solo podrá expresarse de forma libre e instintivamente propia.

Este “verdadero artista” será el único que tendrá acceso a la sección más alta del “triangulo espiritual”, y el que, con esfuerzo, hará avanzar y elevar al resto de los hombres hacía el desarrollo y la purificación del alma. Sin embargo, hay obstáculos que perjudican este ascenso. Kandinsky conoce el contexto histórico en el que vive y sabe que muchos aspectos culturales, sociológicos y políticos, entre otros, son inconvenientes para el desarrollo del ser humano.

En el escrito podemos observar términos como el de belleza. La belleza del arte abstracto no es entendida ni reconocida por la sociedad por el mero hecho de que ésta tiende como costumbre a ver solamente la belleza materialista como verdadera, pero esto no es necesariamente cierto.
El arte pictórico se compone de forma y color (dos temas que se desarrollan en profundidad), según el arte de Kandinsky, la forma es el contenedor y el color es el contenido. Hay infinitas combinaciones entre estos dos componentes (y entre ellos mismos) para formar el lenguaje del arte abstracto, o lenguaje del alma.
La renuncia a lo figurativo corresponde en el sentido grafico-pictórico a la renuncia a contener el cuadro como pintura sobre una superficie. Se acerca el objeto real al objeto abstracto, lo que significa un progreso. Pero inmediatamente las posibilidades de la pintura quedan reducidas a la superficie real del lienzo: la pintura adquiere un matiz evidentemente material. Al mismo tiempo, esa reducción trae consigo una limitación de las posibilidades mismas. Entonces, el esfuerzo de liberarse de ese materialismo conduce a prescindir de la superficie. Sin embargo, no hay que olvidar que hay otros medios en los que una superficie plana se puede utilizar como tridimensional, el Perspectivismo o la extensión pictórica del espacio…

Estos temas junto a otros como el sentido de los colores en la psique del hombre, los efectos cromáticos, o el lenguaje de las formas se desarrollan de forma madura y detallada. Para entender que puede y debe haber una interacción intelectual y perfecta entre el alma del espectador y la del propio creador utilizando una forma de expresión pura que “cabalgue” hacia lo divino e imperturbable. Hacia el entendimiento sin lugar a equívoco.





Estela Ramos Martínez.

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